miércoles, 10 de octubre de 2012

José Ramón Ónega: Crónica leve de un viaje a Bretaña


Abadía de Mont Saint Michel, entre Bretaña y Normadía (foto: JCT)

Gorki escribió que suspiramos por la belleza y soñamos mundos desconocidos. Acabo de llegar de Bretaña y conservo en la retina la bruma mágica de esta tierra hermana de Galicia. 

Tengo la sensación de haber viajado a un país de ensueño habitado por hombres míticos hermanos nuestros de sangre y leche. Contemplé emocionado bosques de carballos, alisos y castaños como los de nuestras aldeas. Vacadas en los prados que se confundían con las llanuras apacibles de mi Chaira. La lluvia mansa de los atardeceres. El carácter afable y reposado de los lugareños. El dulce acento bretón de sus mujeres. Las flechas de los templos sosteniendo el cielo. Los acantilados bravíos. Los ríos rumorosos. La asombrosa majestad del Mont St. Michel. Las murallas de St. Malo. Las casas de adobe y madera de Dinan. La costa del granito rosa imitación de los mármoles de Porriño. El encanto de Perros de Guirec. Los  calvarios bretones de Guimilau y Pleyben. Los menhires míticos de Carnac. Brest, destruída por las bombas homicidas de la II Guerra Mundial, hoy arsenal de la Marina de guerra francesa. La península de Crozon. En fín, Quimper, Morbihan, Vannes, Nantes, Anger. Incluso la Normanía.

Entre tanta belleza, historia, viejas murallas, fortines y ríos rememoré al mestre Castelao, que recorrió el país bretón dibujando las cruces de piedra. Le veía en los recintos parroquiales con sus lápices, su mirada atenta al pasado, soñando lejanías, orígenes y mitos de un pueblo hermano del gallego. ¡Cuánto debió soñar en estos pajes encantados Alfonso Daniel Manuel Rodriguez Castelao, hijo de Rianxo, que en Compostela se hizo médico, hacía caricaturas de los catedráticos y tocaba en la tuna!. “Fíxenme médico por amor a meu pai; non exerzo a profesión por amor á humanidade”, dijo con fino humor galaico.

En los misteriosos menhires de Carnac, soñé la historia de Bretoña, en la Pastoriza lucense. Lo expliqué en la Universidad de Rennes y lo reiteré en el Ayuntamiento de Brest, así como en el Centre de Recherche Breton et Celtique, institución modélica con especialistas como Jakez Gaucher, Philippe Jarnoux, Patrick Malrieu. O la eficaz labor de Pierre Joubin, heredero de Robert Omnes, que dedica su vida al acercamiento Galicia-Bretaña. En A Pastoriza, gobernada por los abades de Meira, solar de mis antepasados y cuna de mis amigos Carlos Reigosa y Pilar Falcón, que ejercen alto periodismo en Madrid, se asentó un colectivo bretón en el siglo V. Huidos de las Islas Británicas por la invasión anglosajona se refugiaron en la península Armórica y en la costa septentrional de España. Con sus jefes y miembros de su Iglesia, ocuparon un territorio, desde Ferrol al río Navia. En los concilios del siglo VI figura el obispo Mailoc. La existencia de esta comunidad bretona está probada, en el siglo XII, por la Divisio Theodomiri o Parroquial Sueva. Bretoña fue destruída en el siglo X por los vikingos pero quedaron huellas de los bretones. Un documento del 1233 alude a las heredades de “hombres llamados Britones o Biortos y mujeres llamadas Chavellas”. Les dije a los bretones que si no éramos hermanos al menos seríamos primos. Confirmaron esto las gaitas de Alcobendas dirigidas por Carracedo y las del ayuntamiento de Brest que tocaron aires hermanos.

En este viaje participamos 62 gallegos. En la iniciativa debida al espíritu emprendedor de Carlos de Blas, de la Orden da Vieira, florece un sueño de honda fraternidad. Decía Abernathy, que se puede matar al soñador, pero no el sueño. Con De Blas, ejercen gestión, Maricarmen, Cerdeira, Mariló, Adela, Cadenas, Pardo, Andrés, Fernando, Blanca G. Fernández- Albalát, Carmen Novoa, Cachafeiro, Lombardero y un largo etcétera. Son misioneros de la Galicia viajera y peregrina que sin subvenciones ni prebendas hacen amistad y camino. La embajada se enriqueció con la presencia, así mismo, de gallegos eminentes como el  oncólogo Dr. Pérez Vázquez, el penalista Prof. Rodriguez Mourullo, el ingeniero Julio Lage, con sus esposas Elena, Matusa y Maribel. Propuse a las autoridades bretonas programas de cooperación, intercambio cultural, cooperación técnica, comercial e industrial. Los buenos deseos hay que apoyarlos con realidades palpables y acciones concretas en materias de interés para ambas regiones. La política es esto. O debería.


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